¿Inteligencia Emocional?

 

Antes de que Peter Salovey y John D. Mayer publicaran su trabajo “Emotional Intelligence” en la revista Imagination, Cognition and Personality, la visión predominante en muchos círculos académicos occidentales era bastante escéptica sobre las emociones.

 

Se las veía a menudo como interrupciones desorganizadas, casi como un fallo en el sistema de pensamiento racional que había que controlar o superar. Algunos textos incluso las describían como una “respuesta desorganizada” que surgía cuando no podíamos adaptarnos bien.

 

Las emociones pueden, de hecho, guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones de manera inteligente

 

Salovey y Mayer desafiaron directamente esta idea. Propusieron un marco donde la inteligencia emocional no era una contradicción, sino un conjunto real de habilidades mentales. Argumentaron que, lejos de ser caóticas, las emociones son respuestas organizadas y adaptativas que nos ayudan a navegar por la vida. En lugar de verlas como enemigas de la lógica, sugirieron que las emociones pueden, de hecho, guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones de manera inteligente. Son como un sistema interno que nos motiva, nos ayuda a priorizar y dirige nuestra atención hacia lo que es importante para nosotros, ya sea positivo o negativo.

 

La definición que acuñaron en este artículo se ha citado innumerables veces y sentó las bases para mucho de lo que vino después: definieron la IE como “la capacidad de monitorear los sentimientos y emociones propios y ajenos, de discriminar entre ellos y de utilizar esta información para guiar el pensamiento y las acciones”.

 

Desglosando un poco:

Monitorear: Ser consciente de lo que sientes tú y de lo que parecen sentir los demás.
Discriminar: Poder diferenciar entre distintas emociones (por ejemplo, saber si sientes frustración o decepción).
Usar la información: Aplicar esa comprensión emocional para tomar decisiones más informadas y actuar de forma más efectiva.

 

Ellos vieron esta inteligencia emocional como una parte específica de la inteligencia social general. La relacionaron con las ideas de Howard Gardner sobre las “inteligencias personales”, pero la distinguieron claramente al centrarse específicamente en cómo reconocemos y usamos la información emocional para resolver problemas y regular nuestro comportamiento. No se trataba solo de conocerse a uno mismo o a los demás en general, sino de entender y utilizar el lenguaje de las emociones.

 

Aunque su famoso modelo de cuatro ramas se desarrollaría más tarde, este artículo inicial ya esbozaba los componentes clave:

 

Evaluar y expresar emociones: Tanto las propias como las de los demás.
Regular las emociones: Manejar los propios sentimientos y ayudar a otros a manejar los suyos.
Utilizar las emociones: Usar los sentimientos para motivarse, planificar y alcanzar metas.

 

Este trabajo fue fundamental porque le dio a la inteligencia emocional una base científica y un marco teórico. Al argumentar que razonar sobre y con las emociones era una habilidad inteligente, abrieron un nuevo campo de investigación en psicología. Validó la idea de que nuestras vidas emocionales no están separadas de nuestras capacidades intelectuales, sino intrínsecamente conectadas. Este artículo preparó el escenario para décadas de estudios posteriores, diferentes modelos y, eventualmente, la popularización del concepto en áreas como el liderazgo y el bienestar personal.

 

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Fuentes.

Autores: Peter Salovey y John D. Mayer
Artículo: Salovey, P., & Mayer, J. D. (1990). Emotional Intelligence. Imagination, Cognition and Personality.

American Psychological Association (APA) | https://www.apa.org/
Psychology Today | https://www.psychologytoday.com/